jueves, 4 de diciembre de 2014

Ángeles y Demonios.

En su origen, los diablos son ángeles que , antes de la creación de Adán y Eva, se revelaron contra Dios. En la biblia, sobre todo en el Antiguo Testamento, se menciona al diablo, que aparece bajo diferentes formas, ya sea como la serpiente que consigue engañar a Eva.
Diablo es, en relación con la historia que se cuenta en la biblia, una fuerza tan dañina o necesaria para el desarrollo del relato. El demonio representa la fuerza contraria a la divinidad: sin él no habría tensión en la literatura. 
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento queda siempre claro que el poder de Satanás no puede ejercerse sin que Dios, de alguna manera, consienta de ello. Lucifer (otro de los muchos nombres del demonio) se ve así limitado en su capacidad para el mal, ya que no puede competir con Dios.
Por otro lado, con el tiempo la figura del diablo irá adquiriendo características físicas: la más conocida será la de macho cabrío. Una vez que la literatura y las artes se apropian de su figura, no deja suministrar las más variadas versiones de si mismo a la imaginación de los artistas y de los escritores. 
Como los demonios, a veces, los ángeles poseen también un nombre propio. El más famoso ángel (o, mejor dicho, <<arcángel>>, dentro del orden y jerarquía de los ángeles) es, sin duda, San Gabriel, que fue el encargado de anunciar a la Virgen el nacimiento de Cristo. Al profeta Daniel (Nuevo Testamento) se le apareció en forma humana.
Los ángeles también quedarán como personajes literarios  en los siglos siguientes: frente al diablo siempre dispuesto a complicar la trama, el ángel estará disponible para llevar mensajes o socorrer al héroe. San Gabriel intervendrá en narraciones como el Cantar de Roldán o el Poema de mio Cid, donde se le aparece en sueños al protagonista. En cuanto a Satanás, su figura de perdedor, subversivo y maldito, le hará frecuentar las obras de escritores de todos los siglos.



Laura Pozo

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